sábado, noviembre 29, 2008

Los Venados de Sagua La Grande

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CERVIDOS DE LA COSTA DE SABANEQUE
______Diario de Campo (1970-1985)

A mediados de Marzo de 1973, caminando con una pesada mochila y un rollo de soga, por si acaso aparecían nuevas cuevas, hicimos Julito Santarén y yo un extensísimo arco partiendo partiendo desde la Cantera hasta Caguaguas y pasando por Hoyo Colorado y la Loma de la Polaina, entre otros sitios del trayecto.

Llegamos a una zona que parecía un “paisaje marciano” donde se veían cientos de extraños agujeros en el piso rocoso y lascas o lajas que servían de techo a otros agujeros-túneles. Aquel curioso panorama nos devió hacia un bohío que veíamos hacia a nuestro Este, que era contrario a nuestra trayectoria de exploración, pues tuve la inquietud de al menos preguntar a los habitantes del lugar algo sobre tan raro pisaje.

Llegando al portal de la casita lo primero que me llamó la atención fue unas enormes cornamentas con muchas ramificaciones que adornaba una pared de la pequeña sala. Hablamos con una señora que atendía los quehaceres del hogar y ésta nos explicó que todo el pedazo rocoso que habíamos visto se llenaba de agua a mediados de año pues por todos esos huecos comenzaba a salir un río subterráneo atrapado en el subsuelo.

La explicación era interesante pero ahora me llamaba la atención aquellos enormes “tarros” que colgaban de la pared y cuando terminó su cautivante relato sobre las aguas subterráneas, le pregunté por el adorno de la sala y esta me señaló que se trataba de unos “tarros de venado” de un ejemplar adulto (muy viejo) que había capturado su esposo en esa zona. Yo me sentí muy complacido pues era el primer reporte que me daban “in situ” de la presencia de venado en los alrededores de Sagua; claro que también contábamos con cuentos de cazadores anteriores que los habían cazado en toda la región, y en toda la ciudad de Sagua había visto desde mi niñez las astas del venado detrás de las puertas a modo de colgador de sombreros, capas, sombrillas u otro objeto usado en la calle; pero nuestra pregunta era: ¿Existen las venados aún en nuestros tiempos?.

Me interesé muchísimo por aquellos cuernos y hasta traté de que la mujer me lo regalara explicándole la importancia que tenían para nuestros estudios y colecciones; pero ésta me explicó que su esposo era el dueño y que no estaba en casa, pero que además sabía que “por nada del mundo este regalaría su trofeo de caza”.


EL CUB DE CAZADORES DE SAGUA
Ver: Caza en Sagua La Grande)

En muchas converzaciones con personas que cazaron en los años cuarentas y cincuentas, estos me han señalado que los principales núcleos de poblaciones de estos cérvidos son hacia la costa norte en recovecos entre bosques y sabana. Un miembro de nuestro equipo (Guillermo Morales) que fue grumete recogedor en las partidas de caza de Don Arturo Cartaya, también fue testigo en varias ocasiones de la captura de venados a finales de los años cincuentas, por los terrenos costeros al Este del río Sagua.
También hemos visto muchos albumnes de fotos familiares en Sagua donde aparecen cazadores con sus rifles y el venado como presa, pues el Club de Cazadores de Sagua La Grande existió desde el 4 de Abril de 1918 cuando se reunieron en el Liceo los señores Eduardo Radelat Navarro, Rogelio S. Borrón Escalante y Antonio Josende Dieste ,entre otros, para discutir la conveniencia de tener un Club de Cazadores en Sagua (Ver más detalles en el capítulo de Las Aves). Este Club existió hasta 1959, fecha en que era su presidente el señor José Ramón Pérez. La continuación de esta caza mayor en los años sesentas ha estado a cargo de oficiales de la Fuerzas Armadas, de soviéticos y de militantes del partido que actualmente forman el nuevo Club de Cazadores.

Un campesino en El Júcaro, junto al río Sagua, me contó en 1976 que en su área ya se veían pocos venados debido a que los perros jíbaros estaban acabando con ellos y que también los militares hacían de las suyas por allí.

En el año 1974 por fín ví el primer ejemplar vivo acabado de capturar por un guajiro propietario de una finca en los alrededores de la granja “Armonía”. El ejemplar en sí creo que no tendría ni medio año de edad ya que aún exhibía las carácterísticas manchitas blancas propias de esa edad. El campesino explicaba al público curioso que la hembra madre aún correteaba con otro cachorro más. También nos explicó que lo había capturado hacia la costa, dato que coincidía con mis otros informes.

Pedazos de cornamente encontré muchos al continuar nuestra búsqueda en las áreas de poblaciones de venados. Los he encontrado ocasionalmente enganchados en ramas de pequeños bosquesillos en la sabana. Estos prefieren sitios cercanos a corrientes o depósitos de agua dulce, donde en ocasiones se les descubre incluso bañándose en grupos. En estas áreas es fácil encontrar sus tarros o astas entre las ramas de pequeños matorrales o entre la hojarasca del suelo si se buscan bien y se conocen sus detalles. Muchos afirman que estas cornamentas la mudan todos los años y que el número de puntas nos dice la edad del Venado, pero los estudios hasta el momento coinciden en que cada candil va naciendo después de cada muda hasta completar unos cinco, que es el límite; de ahí en adelante mantiene este número hasta que son muy viejos (unos 20 años) en que le pueden crecer puntas adicionales. A la hembra no le salen cornamentas.

Es más fácil verlos al oscurecer, que es cuando salen a alimentarse. Por el día se mantienen siempre muy cerca de los bosquecillos hacia donde corren con enormes saltos al menor ruido que hagamos. Actualmente conocemos una población detrás de Los Mogotes, así como grupos que se han reportado en la salina de Isabela y Estero de Ibarra.

Terminamos este capítulo pidiéndole una tregua a los cazadores del Territorio Sabaneque pues ya las poblaciones de cérvidos son muy reducidas en los alrededores de la Villa del Undoso y sospechamos que nuestros nietos ya no tendrán la oportunidad de admirar con sus propios ojos estas bellezas con las que nos deleitamos los viajeros del siglo XX.



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http://sabaneque.tripod.com/mamiferos_superiores.html
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Del libro de Pedro Suárez Tintín

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